Joaquín
Pérez Azaústre nació en Córdoba en 1976. Es columnista del Grupo Joly y Diario
Abierto. Vive entre Bruselas y Madrid, donde obtuvo una Beca de Creación en la Residencia de
Estudiantes entre 2000 y 2002, y se licenció en Derecho por la Universidad Complutense.
Ha publicado los libros de poemas como Una interpretación en 2001 con la que
recibió el Premio Adonáis, Delta en
2004, El jersey rojo en 2006, con el que recibió el Premio Fundación Loewe
de Creación Joven, El precio de una cena
en Chez Mourice, en 2007 y Las
Ollerías, en 2011 con el que recibió el XXIII Premio Internacional
Fundación Loewe.
También ha publicado
Lucena sefardita, La ciudad de los poetas, Carta a Isadora, Premio Andalucía Joven,
y las novelas El cuaderno naranja, en
1998, América en 2004, El gran
Felton, en 2006 y La suite de Manolete, en2008. Con esta última recibió el
Premio Fernando Quiñones. Fue coordinador de la antología contra la invasión de
Iraq En pie de paz. Escritores contra la
guerra en 2003.
En su última
novela, publicada la semana pasada, Pérez Azáustre disecciona los miedos
contemporáneos en Los nadadores. Es
un relato de tono existencialista sobre la soledad y la disolución de la
identidad en un mundo crecientemente hostil.
Jonás,
fotógrafo de prensa de vida solitaria, es el protagonista de Los nadadores, una indagación de perfil
existencialista en los caudales de vacío de la vida contemporánea. Lo urbano y
lo simbólico, la fragmentación de la identidad y la tiranía del recuerdo
confluyen en un relato de inquietantes texturas con el que el cordobés debuta
en la editorial Anagrama.
El
protagonista se encuentra en la piscina, una metáfora de un mundo líquido y
peligroso que impone la supervivencia como combate de cada día y que se revela
como ámbito de conocimiento, como reto físico y anímico para un personaje que
encadena brazadas como quien despoja a una verdad de sus capas. La piscina
activa el sistema interno de coherencias que vertebra una novela en la que una
densa ambigüedad se incrusta en las escalas de lo cotidiano. No resulta casual
que en una de las secuencias culminantes del relato, el personaje acabe
involuntariamente en una piscina.
La autonomía
del relato es plena en una obra que marca el arranque de un nuevo tramo en la
trayectoria novelística de Pérez Azaústre, si bien no se prescinde de algún
anclaje en propuestas anteriores como el tema de la identidad o la relevancia
concedida a la ciudad como escenario para el hallazgo, para el encuentro o la
demolición. Con una sutil minuciosidad en la descripción de lo doméstico y lo
habitual que remite a Muñoz Molina y una clave de poesía oscura que conecta con
el mejor Paul Auster, Los nadadores
emerge como radiografía severa y paradójica de un tiempo que impone las más
feroces formas de soledad que el hombre ha conocido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario