-¿Qué supone para su
vida y para su carrera un premio del nivel, del Andalucía de la Crítica ?
Hombre, pues un reconocimiento a tu trayectoria, al esfuerzo
que supone escribir un libro.
En este caso me ha llevado dos años, dos años que suponen
sacrificarte, dejar de salir, sentarte y trabajar ese verano… La escritura es
un trabajo en soledad.
Y luego está el hecho de que haya sido la primera vez que se
haya premiado a un libro de relatos en dieciocho años, también es un reconocimiento
para el género. Y tiene una gran importancia porque lo dan los críticos, los
compañeros de la crítica, que son un poco los que tienen la responsabilidad y
el trabajo de evaluar, para tomarle el pulso a la literatura que se crea.
Por tanto, supone algo muy gratificante.
-¿Cómo y cuándo nació
su afición por el mundo de la literatura, de escribir?
Pues desde niño, desde pequeño, a mí me contaban historias,
me imagino que como a ti, mi madre, mis abuelos… Y luego a mí me gustaba hacer esas historias para
mis hermanas. Yo me crié a caballo entre un barrio de Granada y un pueblo de la
sierra de Granada y me encantaba escuchar a los amigos de mi abuelo, que
normalmente casi todos eran agricultores, cómo contaban historias del campo que
luego yo más o menos transcribía.
Y de los ocho a los diez años, di un paso más adelante y me
dediqué a escribir pequeñas novelitas del oeste en octavillas, que yo grapaba.
Las encuadernaba y les colocaba una portada. Luego, las vendía en el recreo de
mi colegio a diez pesetas el ejemplar único entre mis compañeros que las
compraban.
Y ahí fue cuando fui consciente de que la literatura era mi
camino y de que, además, me daba dinero.
-Además de escribir,
¿qué otras aficiones tiene?
Bueno, aficiones tengo muchas: soy un gran oyente de música,
especialmente de la música jazz, me gustan mucho los deportes, en especial el
ciclismo y la natación, los cuales practico. Y el medio fondo; he sido
profesional en 1500
metros durante muchos años en mi juventud.
Me gusta muchísimo viajar. De la lectura no te digo nada
porque no es para mí una afición, es un trabajo.
Me hice periodista porque siempre me he interesado por el
mundo de la cultura y de la crítica literaria.
Otras dos aficiones que tengo muy marcadas son el mundo del
cine, que forma parte de mi educación sentimental desde la infancia. Y luego he
ejercido durante mucho tiempo la crítica del cine y la crítica de las artes y
la arquitectura, que me apasiona. Si no hubiese sido periodista, posiblemente
me hubiera decantado por la arquitectura.
-¿Puede en la
actualidad un escritor dedicarse solamente a la literatura para “sobrevivir” en
el día a día?
Es muy difícil, es muy difícil. Hoy en día de la literatura
solo pueden vivir diez escritores: Arturo Pérez Reverte, Antonio Gala o Fernando
Iwasaki, autores muy considerados. Es muy difícil vivir de la literatura.
Normalmente los escritores nos ramificamos en la parte crematística bien a
través de la enseñanza o a través del periodismo o de las colaboraciones de
prensa.
-¿Qué influencia ha
recibido para la creación de este libro, Vidas
prometidas, con el que ha conseguido el premio?
Bueno, después de un octavo libro y después de tantos años,
uno ya no tiene influencias; la influencia se da sobre todo cuando comienzas a
escribir, porque copias un poco a los maestros que has leído y en los que te
inspiras.
Pero por buscar una influencia de Vidas prometidas, quizás
más que influencia ha sido la necesidad de contestar a la realidad defectuosa
que estamos viviendo. Una realidad marcada por la crisis económica, por la
pérdida de valores, por la pérdida de la educación, la devaluación del concepto
de la lectura y del lenguaje como patria y como desarrollo intelectual y
personal de la gente.
Así que podríamos hablar de cómo la realidad me ha influido
para aceptarla y para interpretarla y devolvérsela a los lectores con un atisbo
de esperanza.
-¿Qué escritores de
relatos nos recomienda para iniciarse en el mundo de la lectura?
Bueno, pues hay muchos para decirte, depende del gusto que
tengáis los jóvenes lectores. Pero hay magníficos escritores, por ejemplo, un
escritor que lo toca todo en el mundo de la literatura, todos los géneros (el
fantástico, la ciencia ficción, lo policíaco, el misterio…) es Poe; los relatos
de Poe siempre tienen una grandeza tremenda.
También son muy interesantes Borges, que te exige un alto
nivel de comprensión, Cortázar, que es mucho más fácil, o Carver, un escritor
norteamericano que tiene una historia aparentemente sencilla con un lenguaje
muy directo, muy coloquial. Serían lecturas muy importantes para iniciarse en
la lectura.
Luego ya es cuestión de ir subiendo el nivel y tratar
escritores andaluces y españoles con una buena nómina, gente como Andrés Neuman,
Juan Bonilla, Navarro, Iwasaki.
Hay muchos, pero los más fáciles para leer son los primeros
que te he nombrado.
-¿Qué opina sobre la
actual crisis que hay en España y cómo cree que podría abordarse este tema
desde la literatura?
Bueno, pues yo creo que desde la literatura se debe tratar
con una mirada crítica y lúcida. Entre otras cosas, también porque los
escritores somos personas, no estamos encerrados y aislados en una torre de
marfil con una serie de privilegios por encima de los mortales y somos
ciudadanos que pagamos impuestos y sufrimos como cualquier hijo del vecino la
crisis.
Pero yo creo que el escritor ha de contestar, preguntar,
indagar, proponer soluciones y poner el acento en algo que yo he intentado
poner en los relatos de Vidas prometidas, que es hablar de la deshumanización
de la economía y acercarnos más a una economía a tamaño humano, una economía
que sea más humanista en todos los sentidos, en el intelectual, en el sentido
del pensamiento económico, en el sentido del pensamiento moral y, también,
digamos, en ese sentido cotidiano del hombre común, que es volver a trabajar
para vivir y soltar un poco el lastre de lo que estamos haciendo, que es
exclusivamente vivir para trabajar. Nos hemos convertido en cobayas dentro de
esa pequeña noria y estamos todo el día dándole sin saber hacia dónde vamos.
Yo creo que la literatura tiene que darle a los escritores
esa pausa y abrirles caminos y propuestas de: ¡Vamos a detener la rueda en la
que estamos inmersos! ¡Vamos a pensar y a contribuir en humanizar la economía
para mejorarla!
-¿Por qué intercala
anuncios publicitarios entre sus relatos?
Porque la poética del libro es la promesa de la vida. La
vida está llena de promesas, promesas laborales, personales, promesas que
desearíamos que no se hubieran cumplido, promesas que no se cumplen, que se
cumplen a medias… y las vamos viendo cuando vamos madurando. Entonces dentro de
esta poética, aquello que más promete cambios o logros en la vida es la
publicidad: cómprate un coche para correr más, para ligar más o cómprate un
perfume para ser más guapo o más atractivo.
Entonces, quería hacer ese guiño a la publicidad, que es el
efecto placebo de la realidad y lo que más promete y lo más promesas incumple.
-¿Cuál cree que sería
el mayor atractivo que el público podría encontrar a la hora de leer Vidas
prometidas?
Pues yo creo que el éxito del libro entre los lectores,
precisamente, por lo que me dicen cuando voy a los clubes de lectura, cuando
voy a institutos y hablo con personas de vuestra edad, es que se sienten muy
identificados, se ven muy reflejados en los relatos. Muchas veces me dicen:
“Son relatos que me han pellizcado emocionalmente” o “Son relatos que me han
pasado a mí, o a mi madre, a mi padre, a mi hermano…”. Pues yo creo que he
conseguido crear pequeños espejos donde los lectores se miran y se reconocen.
-Como hemos dicho
antes, es la primera vez que el Premio Andalucía de la Crítica es entregado a un
libro de relatos, género al que también pertenece el libro premiado con el
“Ópera prima”. ¿Estamos ante un buen momento para ese género?
Sí. Estamos ante un buen momento. Aunque no estemos ante un
momento dorado del género, nos encontramos mucho mejor que hace quince años o,
incluso, cuando yo empecé. Cuando mi generación empezó, en los años 80, era muy
difícil publicar relatos. No había editoriales que publicasen relatos. Había
premios. Entonces, casi toda la
Generación del 61 nos curtíamos en premios, premios
importantes como eran San Sebastián o Ignacio de Aldecoa, que es una manera de
ir dándonos a conocer, de publicar en las dos o tres revistas que había en
España de relatos. Pero, como te digo, no había editorial, ni había un apoyo.
Incluso, era un género muy devaluado. Se consideraba un género menor, de
iniciación a la literatura, que es un craso error. El relato es un género con
unas normas y una exigencia completamente diferente a la de la novela.
Sin embargo, desde hace diez años, han coincidido en el
mercado varios factores. El primero, la aparición de varias editoriales
especializadas en la publicación de relatos, como Páginas de Espuma, Editorial
Tropo, Editorial Menos Cuarto, o las andaluzas Cuadernos del Vigía y Traspiés.
Luego, al mismo tiempo, ha coincidido la explosión de madurez de todos los
escritores de la Generación
del 60, como los que ya te he nombrado: Juan Bonilla, Hipólito Navarro,
Iwasaki… y al mismo tiempo la aparición de nuevos jóvenes escritores y
escritoras de relatos que han irrumpido con mucho talento y con mucho empuje.
Entonces, la combinación de ambas cosas ha hecho que el relato, ahora mismo,
esté en un buen momento de crecimiento y que haya avanzado en la escalera de la
literatura, en la escalera del mercado, cinco o seis escalones.
Pero todavía está en términos de desigualdad con la novela. Esperemos que poco
a poco se vaya equilibrando.
(Blas Sánchez Villarejo)
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