miércoles, 11 de junio de 2008

Hasta siempre



Pozoblanco, 29 de mayo de 2008

Buenas noches,

(Claustro de profesores, equipo directivo, alumnado, familiares aquí presentes…)

En primer lugar, me vais a permitir felicitar a Nieves y a Angélica por las deliciosas palabras que han tenido para todos nosotros. También quiero deciros que es un auténtico placer para mí que se me haya otorgado el privilegio de representar a mis compañeros/as en esta ocasión tan especial.

Hoy es día de despedidas y no sólo la vuestra, sino también la mía. Llegué a este pueblo para estar 15 días y este es mi tercer año y, por ello, antes que nada, quiero agradecer a toda la comunidad educativa el trato recibido, la atención y el compañerismo. Os puedo asegurar que, donde quiera que vaya, llevaré siempre conmigo un trocito de este pueblo y de todos vosotros.

Termina 2º bachillerato. El camino hasta aquí ha sido largo y difícil, y son muchas las cosas que hemos compartido. Hemos vivido con vosotros una de las etapas más importantes de vuestras vidas y que acaba aquí.

Comienza un nuevo ciclo: universidad, trabajo, nuevas amistades, nuevos retos, experiencias… lo que viene no va a ser fácil, pero recordad que siempre tendréis junto a vosotros a vuestra familia y a vuestro pueblo.

En nombre de todos mis compañeros/as, quiero pediros que mantengáis los valores y principios que habéis aprendido en el instituto; constancia, tenacidad, educación, y, por favor, creed siempre en vosotros mismos, y no olvidad que este claustro siempre estará aquí para lo que necesitéis.

Llega el final. El telón está a punto de caer. Última función. Cuando me dispuse a cerrar este discurso, varias ideas se agolpaban en mi cabeza. ¿Cómo puedo despedir a mis alumnos?, pensé. Tras algunas horas retando a Morfeo y tras varios folios mancillados por mi torpe caligrafía, decidí varias cosas.

La primera es pediros disculpas. Pienso que la principal virtud de un docente debe ser la humildad, y, por lo tanto, debemos pedir excusas por los errores cometidos, por esas respuestas desafortunadas, por los agobios a los que os hemos sometido, por esas difíciles traducciones que se os mandaron hacer o por los análisis o balances imposibles. Todo ello, no dudadlo ni un segundo, lo hicimos con la mejor de las intenciones.

La segunda de mis decisiones es daros las gracias. Gracias por estar ahí, por el día a día, por los magníficos momentos de trabajo en el aula, por los divertidos comentarios, por los ratos de patio entre bocadillos y golosinas, por los debates, por las discusiones, por la confianza mostrada. En definitiva, gracias por todo.

Sois excelentes, y, para terminar, y a título personal, querría obsequiaros con un regalo. Ojalá pudiera ofreceros un desorden de estrellas imprudentes, como diría Huidobro. También pensé en unos bellos versos, o en unas dulces palabras salpicadas de nostalgia, o quizás algún que otro cuento, aderezado con sabias moralejas orientales…

Lo que sí me gustaría es que, durante unos segundos, echéis la vista atrás. Recordad vuestro paso por este instituto, pensad en ese momento tan especial, en esa tierna mirada que os cautivó, en esa sonora risa que se os grabó, en ese suave beso que os estremeció, o en aquel abrazo infinito que necesitabais… Retened todo eso, hacedlo vuestro, abrazadlo…nadie, nunca, jamás, os lo podrá quitar. Ese es mi regalo:

Un bonito recuerdo con sabor a eternidad

Hasta aquí, damas y caballeros, todo lo que han oído y visto, y que este humilde profesor de lengua, ha dicho.


Muchas gracias, y buena suerte.


Rafael Romero Sánchez

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