AGRADECIMIENTO A COMPAÑEROS
Mis queridos compañeros y compañeras, gracias por vuestra preocupación en la organización de este acto.
No quiero hacer más larga esta reunión, pero como decía mi abuela, hablar no es siempre necesario, pero contestar sí, por eso quiero mostrar mi reconocimiento a todos y todas por haber tenido la paciencia de soportarme estos diez últimos años, que por razón de edad y carácter, reconozco que no es del todo fácil.
También agradeceros a todos los que estabais cuando llegamos, por el recibimiento de amistad y respeto que nos dispensasteis a todos los Maestros cuando nos incorporamos al Instituto.
Comencé mi trabajo como Maestro en el curso 1966-67 en el colegio salesiano de Pozoblanco, y la Profesión fue envolviéndome poco a poco, hasta llegar aun compromiso serio con la misma. Curiosidades de estos años…..muchas.
Las primeras excursiones, con niños que a los catorce años no habían salido de sus pueblos. Aquellas caras de asombro y felicidad cuando el autobús se alejaba de sus casas, y más cuando veían por primera vez el mar y daban un paseo en barco hasta mar abierto.
Aunque todos sabemos de la ingratitud de la profesión, tenemos algunas compensaciones morales que nos ayudan a continuar con renovado entusiasmo. Son las que vienen de algunos de nuestros alumnos y ex alumnos. Un saludo por la calle, una conversación después de años sin vernos o una confesión espontánea como en abril del año pasado: Se acercó a mí en Córdoba un antiguo alumno con casi cincuenta años, y tras saludarme, me dijo: “No te lo había dicho antes, pero soy maestro gracias a ti, me interesé por la profesión gracias a tus clases”.
También recuerdo el curso en que dejamos de pasar más hambre que un maestro de escuela (1972-73), la gran subida del sueldo. Se compraron coches y pisos por doquier.
Mis disculpas sinceras y públicas a todo aquel y aquella al que haya ofendido y no me haya dado cuenta, pues si fui consciente de ello creo que ya lo hice personalmente
Han sido diez años en los que he tenido absoluta libertad para enseñar y manifestarme, dentro de las reglas establecidas, en los que no se me ha impuesto más allá de la consabida y mal llevada burocracia.
Gracias también por el regalo que acabáis de entregarme, que es precisamente lo que esperaba, pues siempre fui entusiasta de las estilográficas y su escritura.
Os deseo a todos y a todas que cuando menos, disfrutéis con vuestra profesión tanto como yo lo he hecho. Y que tengáis todos y todas la suerte de recibir el cariño de vuestros compañeros y compañeras cuando os llegue el momento de jubilaros.
Un fuerte y sincero abrazo de vuestro amigo y compañero.
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