lunes, 17 de marzo de 2014

Entrevista a Antonio Praena


P.- Ha conseguido usted el Premio Tiflos con Yo he querido ser grúa muchas veces, ¿cree que es su mejor libro hasta el momento?
R.- Es un libro con el que he tenido sentimientos encontrados. En algunos momentos me gustaba y en otros no tanto. Tras enviarlo al premio Tiflos pensé que me había precipitado. Si he de ser sincero con vosotros, he de decir que le tengo un cariño especial al libro anterior, a “Actos de amor”. Quizá en “Yo he querido ser grúa…” hay una soltura y una originalidad que lo hacen especial, pero mi corazoncito está con “Actos de amor”.

P.- Sabemos que se trata de un poemario arriesgado y distinto, ¿qué encontrará el lector en él?
R.- Creo que lo que lo hace distinto radica en que es difícil de encuadrar en alguna corriente poética contemporánea. En ese sentido es valiente desde el mismo título. Sabemos que de lo sublime a lo ridículo hay sólo un paso, y creo que algunas expresiones, imágenes y referencias del libro se atreven a correr ese riesgo. Pero es que si no arriesgamos, si jugamos a apostar por lo seguro, crecemos personal y poéticamente muy poco y no aportamos gran cosa a la literatura y a la vida.
Creo, pues, que en este libro el lector encontrará, sobre todo, mucha libertad: en los temas, en la agilidad y soltura de los poemas, del ritmo. Una mezcla de descaro y de emoción. Creo que estas características eran muy necesarias y coherentes con su tema: la libertad, la necesidad de volar, de ir más lejos, de liberarse de lastres, de cantar las alegrías y las penas de la vida sin miedo ni censura. De ser profundos y, a la vez, ligeros y sencillos.

P.- Las imágenes tienen una gran importancia en este libro, ¿podría explicarnos la simbología sobre la que lo crea?
R.- Son imágenes en relación con el viento, los pájaros especialmente, pero también los aviones, los ángeles, las grúas. Estos elementos aéreos le dan coherencia al conjunto, pero a la vez diversidad, pues aparecen referencias al mundo del arte (cuadros, videoclips, cine), al deporte (¡el fútbol como arte!), a Internet, al mundo bíblico. Concretamente esta última referencia permite comprender más profundamente algunos elementos del libro, pues en el mundo judeo-cristiano el viento es símbolo del Espíritu, que sopla donde y cuando quiere, que engendra libertad.

P.- Ha publicado usted  cuatro poemarios y ha recibido importantes premios por ello, ¿podría hablarnos de sus inicios como escritor?
R.- Escribí mis primeros poemas siendo niño. Cuando murió mi abuelo, encontraron en su cartera un poema escrito por mí supongo que a la edad de unos diez u once años. Pero en la adolescencia y la juventud desapareció prácticamente la costumbre de escribir. Fue ya terminando mis estudios en Salamanca donde, casi por casualidad, comencé a acudir a una tertulia literaria. Allí se leían y comentaban poemas. En ella conocí personas que me alentaron y, sin darme cuenta, tenía ya un primer librito. Tuvo un accésit en el Premio Víctor Jara y después la poesía no ha cesado de brotar.
Ahora que lo pienso, en los poemas primeros de infancia cantaba la alegría de vivir, el amor familiar. En mi segundo inicio, fue el dolor de la guerra de los Balcanes –a través de fotos de la prensa- lo que configuró mi primer libro. Creo que por eso en algunos poemas míos conviven el horror y una inocencia a veces casi naif. Puede ser incluso en dos versos seguidos.
Respecto a los premios, sólo diría que son algo muy pero que muy azaroso. En mi caso han servido para animarme y darme confianza, pues siempre dudo mucho. Y, por supuesto, permiten publicar, que es lo mejor de todo. De lo contrario no sé si siquiera hubiera publicado algún libro.

P.- ¿Es la suya una poesía que mira hacia el interior de usted mismo? ¿Cree que por esto puede ser una poesía cercana al lector?
R.- La verdad es que hay bastantes poemas que nacen de muy profundo. Fui un niño y un adolescente muy consciente de mi interior. Demasiado, quizá, pues hasta podía llegar a veces a grandes dosis de angustia, de emoción, de sensibilidad… Quizá por eso tengo apego por “Actos de amor”. Y por eso creo que es un libro que llega al lector: entra a saco en las profundidades humanas, que son tan comunes a todos nosotros, pero que necesitamos ver reflejadas en la voz de alguien. En “Yo he querido ser grúa muchas veces” está presente la profundidad, la búsqueda de sentido para la vida, el amor y la muerte, aunque de una forma más ágil, más suelta y relajada, menos dramática.

P.- ¿Qué características cree que debe tener un buen poema?
R.- Emoción y sentimiento sin caer en sentimentalismo. Ritmo: soy un maniático del ritmo y la musicalidad. Una estructura bien cortada, pero no convencional; por poner un ejemplo: como una pieza de costura con un patrón muy bien medido y cortado, pero que no de una sensación de encorsetada. Busco intensidad. La vida es demasiado corta como para no entrar a fondo en todas las experiencias sin rehuir nada.

P.- ¿Podría comentarnos cuáles son sus poetas de referencia?
R.- Uf, ¡esa sí que es una pregunta comprometida y difícil! Supongo que se trata de poetas contemporáneos, ¿no? Vale. ¡A mojarse!: Juan Antonio González Iglesias me influyó durante una etapa muy importante; Luis Alberto de Cuenca, Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena, Miguel D´Ors, Raquel Lanseros, Carlos Marzal, Antonio Moreno, Juan pablo Zapater, Pablo García Baena, Katy Parra, Inma Pelegrín… Seguro que he olvidado alguno fundamental para mí.

P.- ¿Qué significa para usted la poesía? ¿Qué cree que aporta sobre otros géneros literarios?
R.- Para mí significa intensidad de la palabra, que intensifica la vida, ilumina las emociones y pone emoción en las razones con el instrumento más sencillo pero más grandioso y humano: la palabra. Creo que esa es su aportación respecto de otros géneros. La novela o el teatro pueden hablar de las mismas cosas, pero el grado de concentración, de intensidad, de agudeza, de vértigo de la poesía es su distintivo. Y, además, hay en la poesía una forma de enfrentar al ser humano al misterio de la vida, del amor y de la muerte que me parece muy importante. Temblar ante el misterio, eso le pido a un poema, aunque se trate de un mero poema anecdótico.

P.- ¿Cómo es su proceso a la hora de escribir un poema? ¿Y un poemario?
R.- Trabajo rescribiendo una y otra vez. Normalmente estoy atento a la realidad: objetos, imágenes, situaciones, personas que me despiertan un verso. Casi todo siempre comienza con uno o varios versos que surgen ya con música, que brotan con un ritmo. Después ese pequeño fragmento tira del resto del poema. Muchas veces sólo en la mente y otras por escrito. Luego, ya en el papel, rescribo y rescribo hasta percibir en el poema una sensación de tersura, que todo quede bien engranado, con sensación de continuidad en el ritmo y en el tema. A veces las cosas vienen rodadas y otras hay que volver una y otra vez sobre el texto. Y a veces hay que sacrificar muchos versos.
Después trato de poner distancia para, al cabo del tiempo, volver a lo escrito y someterme a una prueba: que me suscite un sentimiento que me diga “hay poema”.
Por lo que respecta a la manera de escribir un poemario, trato siempre de que haya coherencia. No me gustan demasiado los libros que son sólo una recolección de poemas. Me gusta que haya una línea, una unidad entre todos los poemas. Para ello ordeno los poemas casi formando una historia. Es una manía personal: que el libro se pueda leer del principio al final y ocurra algo en el desarrollo del mismo, en el transcurso del libro.

P.- ¿Qué consejo le daría a los jóvenes que comienzan a escribir?
R.- No soy de dar muchos consejos, puede parecer pretencioso. Pero les diría que se formen muy bien, sobre todo leyendo. Leer sin cerrarse a ninguna corriente ni ningún autor, por muy diferente que parezca de entrada a nuestros gustos. Y luego ser muy humildes, estar siempre aprendiendo. No pensar que la poesía es cosa de arrojar sentimientos contra un papel; la poesía es un arte difícil, requiere mucho entrenamiento, como en un deporte: hacer nuestra la técnica, adquirir nuestra mejor forma física (poética en este caso) entrenando mucho. A partir de ahí es cuando puedes jugar bien: con la técnica y la fortaleza necesarias. Recomiendo ser muy críticos con nosotros mismos y, claro, vivir con una fuerte intensidad igual de fuertemente consciente y responsable, pues es el camino que permitirá convertir las experiencias en poemas reales.

Muchas gracias por vuestra atención, por vuestro cariño. Espero haber servido de ayuda y estoy a vuestra disposición para lo que necesitéis.

(Inmaculada Márquez Torres y María Jesús Parra Ortega)

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