Julio Llamazares ha publicado una nueva novela, Distintas formas de mirar al agua. Con este libro pretende dar respuesta a una pregunta que periodistas, lectores y curiosos le habían planteado durante los últimos años: la influencia que ha tenido en su vida haber nacido en Vegamían (León), un lugar desaparecido, sumergido bajo las aguas de lo que hoy es un embalse, y del que aún quedan sedimentos en la mente de escritor. Estamos, sobre todo, ante un ejercicio narrativo que refleja la capacidad de este escritor para introducir al lector en el cuadro que pretende.
Distintas formas de mirar el agua (Alfaguara, 2014) narra, a través
de un aliento sostenido, la fractura emocional que sufre una familia obligada a
marchar de su pueblo por la construcción de una presa. La infranqueable barrera
que su protagonista se impone a sí mismo para distanciarse del dolor que le
produce el forzado destierro es un llanto de silencios íntimos forjado en la
decisión irrevocable de volver a su pueblo, para descansar entre las aguas que
lo anegan.
La novela
habla fundamentalmente del respeto al ser humano y a las tradiciones.
Llamazares utiliza el paisaje como fondo para desentrañar los sentimientos y
las relaciones de las personas; la distancia entre la vida y la muerte, y la
aceptación de ambas por imperativo físico y actitud personal.
Julio Alonso Llamazares
es un escritor y periodista español que nació el 28 de marzo de 1955. Tras tener
que abandonar Vegamián, se muda con su familia al pueblo de Olleros de Sabero,
en la cuenca carbonífera de Saberos. La infancia en ambos pueblos marca, en
adelante, parte de su obra.
Licenciado
en Derecho, abandonó el ejercicio de la profesión para dedicarse al periodismo
escrito, radiofónico y televisivo en Madrid, donde reside actualmente.
En 1983
comenzó a escribir Luna de lobos, su primera novela (1985), y en 1988
publicó La lluvia amarilla. Ambas fueron finalistas al Premio Nacional
de Literatura en la modalidad de Narrativa. Otra obra suya es Escenas de
cine mudo, de 1994.
La obra de
Julio Llamazares se caracteriza por su intimismo, el uso de un lenguaje preciso
y el exquisito cuidado en las descripciones. Un claro ejemplo es su obra El
cielo de Madrid, publicada en el año 2005.
Julio
Llamazares afirma que su visión de la realidad es poética. Su forma de escribir
está muy pegada a la tierra, podríamos decir que es un escritor romántico en el
sentido original, que es el de la conciencia de escisión del hombre con la
naturaleza, de la pérdida de una edad de oro ficticia porque nunca ha existido.
Algunas de
sus mejores novelas son:
La
lluvia amarilla
(1988) es el monólogo del último habitante de un pueblo abandonado del Pirineo
aragonés, llamado Ainielle. Entre la «lluvia amarilla» de las hojas del otoño,
que se equipara al fluir del tiempo y la memoria, o en la blancura alucinante
de la nieve, la voz del narrador, a las puertas de la muerte, nos evoca a otros
habitantes desaparecidos del pueblo, que lo abandonaron o murieron, y nos
enfrenta a los extravíos de su mente y a las discontinuidades de su percepción
en el villorrio fantasma. En esta novela, Llamazares vuelve a hacer uso de un
léxico vivo, preciso y genuino para crear un clima poético y un universo muy
personal.
La novela
es una narración poética impresionante que nos hace reflexionar, no solo sobre
el tema central del libro (el abandono de los pueblos del Pirineo), sino
también sobre la soledad, el tiempo, la muerte, la cordura y la locura.
Luna
de lobos se centra en la peripecia humana de los combatientes
republicanos que, en los años inmediatamente posteriores a la guerra civil
española, resistieron en los montes. El eje de la obra no es la perspectiva
histórica o política, aunque tales aspectos constituyan el telón de fondo
último, sino el análisis y descripción del instinto primario de supervivencia
que puede llevar a un hombre acosado hacia la violencia. Esta novela fue
adaptada al cine en 1987, con actores como Santiago Ramos que interpretaba a
Ramiro y Antonio Resines quien interpretó a Ángel.
Memoria
de la nieve,
novela de 1982, a
pesar de su carácter “épico”, presenta características líricas (brevedad,
intensidad, connotación). Igual que ocurriera en La lentitud de los bueyes,
también aquí se pretende el rescate de la memoria colectiva, ancestral y mítica
del norte.
Las lágrimas de San
Lorenzo es una historia sobre los paraísos e
infiernos perdidos, padres e hijos, amantes y amigos, encuentros y despedidas
que recorren toda una vida entre la fugacidad del tiempo y los anclajes de la
memoria. Como ya lo hiciera en La lluvia
amarilla, Llamazares vuelve a usar un lenguaje preciso y poderoso para
dibujar una atmósfera poética a través de la cual la voz de narrador evoca y
cuenta los pormenores de una existencia vivida con reflexión y emoción a un
tiempo.
Otros
géneros que cultiva son:
- La literatura de viajes: El río del olvido (1990. Es la narración del viaje que había realizado a pie por la ribera del Curueño durante el verano de 1981), Trás-os-montes (1998) y Cuaderno del Duero (1999. Crónica del viaje a lo largo de las provincias que recorre el río y que nunca concluyó).
- El ensayo: El entierro de Genarín (1981) y Los viajeros de Madrid, (1998)
- El artículo periodístico: algunos recogidos en libros como En Babia (1991) y Nadie escucha (1993), donde ha demostrado que “el periodismo es otra faceta de la literatura, también forma parte del afán de contar”.
(Gregory
Duque Muñoz)
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