P.- Ha conseguido usted el Premio Tiflos con Yo he querido ser
grúa muchas veces, ¿cree que es su mejor libro hasta el momento?
R.- Es un libro con el que he tenido sentimientos encontrados.
En algunos momentos me gustaba y en otros no tanto. Tras enviarlo al premio
Tiflos pensé que me había precipitado. Si he de ser sincero con vosotros, he de
decir que le tengo un cariño especial al libro anterior, a “Actos de amor”.
Quizá en “Yo he querido ser grúa…” hay una soltura y una originalidad que lo
hacen especial, pero mi corazoncito está con “Actos de amor”.
P.- Sabemos que se trata de un poemario arriesgado y distinto,
¿qué encontrará el lector en él?
R.- Creo que lo que lo hace distinto radica en que es difícil
de encuadrar en alguna corriente poética contemporánea. En ese sentido es
valiente desde el mismo título. Sabemos que de lo sublime a lo ridículo hay
sólo un paso, y creo que algunas expresiones, imágenes y referencias del libro
se atreven a correr ese riesgo. Pero es que si no arriesgamos, si jugamos a
apostar por lo seguro, crecemos personal y poéticamente muy poco y no aportamos
gran cosa a la literatura y a la vida.
Creo, pues, que en este libro el lector encontrará, sobre
todo, mucha libertad: en los temas, en la agilidad y soltura de los poemas, del
ritmo. Una mezcla de descaro y de emoción. Creo que estas características eran muy
necesarias y coherentes con su tema: la libertad, la necesidad de volar, de ir
más lejos, de liberarse de lastres, de cantar las alegrías y las penas de la
vida sin miedo ni censura. De ser profundos y, a la vez, ligeros y sencillos.
P.- Las imágenes tienen una gran importancia en este libro,
¿podría explicarnos la simbología sobre la que lo crea?
R.- Son imágenes en relación con el viento, los pájaros especialmente,
pero también los aviones, los ángeles, las grúas. Estos elementos aéreos le dan
coherencia al conjunto, pero a la vez diversidad, pues aparecen referencias al
mundo del arte (cuadros, videoclips, cine), al deporte (¡el fútbol como arte!),
a Internet, al mundo bíblico. Concretamente esta última referencia permite
comprender más profundamente algunos elementos del libro, pues en el mundo
judeo-cristiano el viento es símbolo del Espíritu, que sopla donde y cuando
quiere, que engendra libertad.
P.- Ha publicado usted
cuatro poemarios y ha recibido importantes premios por ello, ¿podría
hablarnos de sus inicios como escritor?
R.- Escribí mis primeros poemas siendo niño. Cuando murió mi
abuelo, encontraron en su cartera un poema escrito por mí supongo que a la edad
de unos diez u once años. Pero en la adolescencia y la juventud desapareció
prácticamente la costumbre de escribir. Fue ya terminando mis estudios en
Salamanca donde, casi por casualidad, comencé a acudir a una tertulia
literaria. Allí se leían y comentaban poemas. En ella conocí personas que me
alentaron y, sin darme cuenta, tenía ya un primer librito. Tuvo un accésit en
el Premio Víctor Jara y después la poesía no ha cesado de brotar.
Ahora que
lo pienso, en los poemas primeros de infancia cantaba la alegría de vivir, el
amor familiar. En mi segundo inicio, fue el dolor de la guerra de los Balcanes
–a través de fotos de la prensa- lo que configuró mi primer libro. Creo que por
eso en algunos poemas míos conviven el horror y una inocencia a veces casi
naif. Puede ser incluso en dos versos seguidos.
Respecto a los premios, sólo diría que son algo muy pero que
muy azaroso. En mi caso han servido para animarme y darme confianza, pues
siempre dudo mucho. Y, por supuesto, permiten publicar, que es lo mejor de todo.
De lo contrario no sé si siquiera hubiera publicado algún libro.
P.- ¿Es la suya una poesía que mira hacia el interior de usted
mismo? ¿Cree que por esto puede ser una poesía cercana al lector?
R.- La verdad es que hay bastantes poemas que nacen de muy
profundo. Fui un niño y un adolescente muy consciente de mi interior.
Demasiado, quizá, pues hasta podía llegar a veces a grandes dosis de angustia,
de emoción, de sensibilidad… Quizá por eso tengo apego por “Actos de amor”. Y
por eso creo que es un libro que llega al lector: entra a saco en las
profundidades humanas, que son tan comunes a todos nosotros, pero que
necesitamos ver reflejadas en la voz de alguien. En “Yo he querido ser grúa
muchas veces” está presente la profundidad, la búsqueda de sentido para la
vida, el amor y la muerte, aunque de una forma más ágil, más suelta y relajada,
menos dramática.
P.- ¿Qué características cree que debe tener un buen poema?
R.- Emoción y sentimiento sin caer en sentimentalismo. Ritmo:
soy un maniático del ritmo y la musicalidad. Una estructura bien cortada, pero
no convencional; por poner un ejemplo: como una pieza de costura con un patrón
muy bien medido y cortado, pero que no de una sensación de encorsetada. Busco
intensidad. La vida es demasiado corta como para no entrar a fondo en todas las
experiencias sin rehuir nada.
P.- ¿Podría comentarnos cuáles son sus poetas de referencia?
R.- Uf, ¡esa sí que es una pregunta comprometida y difícil! Supongo
que se trata de poetas contemporáneos, ¿no? Vale. ¡A mojarse!: Juan Antonio
González Iglesias me influyó durante una etapa muy importante; Luis Alberto de
Cuenca, Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena, Miguel D´Ors, Raquel
Lanseros, Carlos Marzal, Antonio Moreno, Juan pablo Zapater, Pablo García
Baena, Katy Parra, Inma Pelegrín… Seguro que he olvidado alguno fundamental
para mí.
P.- ¿Qué significa para usted la poesía? ¿Qué cree que aporta
sobre otros géneros literarios?
R.- Para mí significa intensidad de la palabra, que intensifica
la vida, ilumina las emociones y pone emoción en las razones con el instrumento
más sencillo pero más grandioso y humano: la palabra. Creo que esa es su
aportación respecto de otros géneros. La novela o el teatro pueden hablar de
las mismas cosas, pero el grado de concentración, de intensidad, de agudeza, de
vértigo de la poesía es su distintivo. Y, además, hay en la poesía una forma de
enfrentar al ser humano al misterio de la vida, del amor y de la muerte que me parece
muy importante. Temblar ante el misterio, eso le pido a un poema, aunque se
trate de un mero poema anecdótico.
P.- ¿Cómo es su proceso a la hora de escribir un poema? ¿Y un
poemario?
R.- Trabajo rescribiendo una y otra vez. Normalmente estoy
atento a la realidad: objetos, imágenes, situaciones, personas que me
despiertan un verso. Casi todo siempre comienza con uno o varios versos que
surgen ya con música, que brotan con un ritmo. Después ese pequeño fragmento
tira del resto del poema. Muchas veces sólo en la mente y otras por escrito.
Luego, ya en el papel, rescribo y rescribo hasta percibir en el poema una
sensación de tersura, que todo quede bien engranado, con sensación de
continuidad en el ritmo y en el tema. A veces las cosas vienen rodadas y otras
hay que volver una y otra vez sobre el texto. Y a veces hay que sacrificar
muchos versos.
Después trato de poner distancia para, al cabo del tiempo,
volver a lo escrito y someterme a una prueba: que me suscite un sentimiento que
me diga “hay poema”.
Por lo que respecta a la manera de escribir un poemario,
trato siempre de que haya coherencia. No me gustan demasiado los libros que son
sólo una recolección de poemas. Me gusta que haya una línea, una unidad entre
todos los poemas. Para ello ordeno los poemas casi formando una historia. Es
una manía personal: que el libro se pueda leer del principio al final y ocurra
algo en el desarrollo del mismo, en el transcurso del libro.
P.- ¿Qué consejo le daría a los jóvenes que comienzan a
escribir?
R.- No soy de dar muchos consejos, puede parecer pretencioso.
Pero les diría que se formen muy bien, sobre todo leyendo. Leer sin cerrarse a
ninguna corriente ni ningún autor, por muy diferente que parezca de entrada a
nuestros gustos. Y luego ser muy humildes, estar siempre aprendiendo. No pensar
que la poesía es cosa de arrojar sentimientos contra un papel; la poesía es un
arte difícil, requiere mucho entrenamiento, como en un deporte: hacer nuestra
la técnica, adquirir nuestra mejor forma física (poética en este caso)
entrenando mucho. A partir de ahí es cuando puedes jugar bien: con la técnica y
la fortaleza necesarias. Recomiendo ser muy críticos con nosotros mismos y,
claro, vivir con una fuerte intensidad igual de fuertemente consciente y
responsable, pues es el camino que permitirá convertir las experiencias en
poemas reales.
Muchas gracias por vuestra atención, por vuestro cariño.
Espero haber servido de ayuda y estoy a vuestra disposición para lo que
necesitéis.
(Inmaculada Márquez Torres y María Jesús Parra Ortega)