jueves, 21 de mayo de 2015

La Academia recuerda a Góngora ofreciendo novedades de su obra



Luís de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561- Córdoba  23 de mayo de 1627) fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida, más tarde, como culteranismo o gongorismo, cuya obra será imitada tanto en su siglo como en los siglos posteriores en Europa y América. Como si se tratara de un clásico latino, sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época.
Nació en la antigua calle de Las Pavas, en una casa propiedad de su tío Francisco Góngora, racionero de la catedral, situada en el lugar que hoy ocupa el número 10 de la calle, aunque siguen existiendo dudas sobre estos datos. Era hijo del juez de bienes confiscados por el Santo Oficio de Córdoba don Francisco de Argote y de la dama de la nobleza Leonor de Góngora. Estudió en la Universidad de Salamanca, donde llamó ya entonces la atención como poeta, tomó órdenes menores en 1575 y fue canónigo beneficiado de la catedral cordobesa, donde fue amonestado ante el obispo Pacheco por acudir pocas veces al coro y por charlar con él, así como por acudir a diversiones profanas y componer versos satíricos. Desde 1589 viajó en diversas comisiones de su cabildo por Navarra, León (Salamanca), Andalucía y por ambas Castillas (Madrid, Granada, Jaén, Cuenca o Toledo). Compuso entonces numerosos sonetos, romances y letrillas satíricas y líricas, y músicos como Diego Gómez, Gabriel Díaz o Claudio de la Sablonara le buscaron para musicar estos poemas.
La Real Academia de Córdoba homenajeó al poeta Luis de Góngora con motivo del 388 aniversario de su muerte, en un acto en el que la investigadora Amelia de Paz ofreció novedades sobre su obra, en concreto, qué encierran tres de sus décimas, "una de las partes más desconocidas" de su poesía y "de las más difíciles", con "alusiones personales que se nos escapan".
La jornada comenzó con una misa en la Catedral celebrada por el canónigo arcediano y académico numerario Fernando Cruz Conde, en la que participó la Nova Schola Cordubensis. Después, el académico correspondiente Fernando Jiménez Hernández-Pinzón realizó la ofrenda poética, depositando claveles en la tumba del poeta.
El acto, como expuso el presidente de la Real Academia, Joaquín Criado, tenía como todos los años partes religiosa, académica, y de convivencia en una comida. La parte académica tuvo lugar en la Fundación Miguel Castillejo --que también intervino-- y fue inaugurada por Criado Costa, que subrayó el apoyo del delegado municipal de Cultura, Juan Miguel Moreno Calderón, que estuvo presente.
Con De Lobos y rebaños: novedades acerca de unas décimas de Góngora, Amelia de Paz trasladó a los asistentes al "sexenio misterioso", desentrañando enigmas de su obra. El secretario del Instituto de Estudios Gongorinos, Antonio Cruz Casado, se encargó de presentarla, subrayando su "pasión" por el Siglo de Oro, que "compagina con la docencia". El poeta Eduardo García realizó la lectura poética, adentrándose "en el mundo de Góngora a través de Borges", con un poema que muestra "su capacidad para los laberintos de palabras y su pasión por la mitología", y demostrando "cómo un poeta actual puede dialogar con los dos elementos". El director del Instituto de Estudios Gongorinos, Manuel Gahete, que presentó a García y subrayó su "dialéctica", dijo que Góngora es "una ventana al mundo para Córdoba".
Aunque Góngora no publicó sus obras (un intento suyo en 1623 no fructificó), estas pasaron de mano en mano en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías publicados con su permiso o sin él. El manuscrito más autorizado es el llamado Manuscrito Chacón (copiado por Antonio Chacón, Señor de Polvoranca, para el Conde-Duque de Olivares), ya que contiene aclaraciones del propio Góngora y la cronología de cada poema; pero este manuscrito, habida cuenta del alto personaje al que va destinado, prescinde de las obras satíricas y vulgares. El mismo año de su muerte, Juan López Vicuña publicó ya unas Obras en verso del Homero español, que se considera también muy fiable e importante en la fijación del corpus gongorino; sus atribuciones suelen ser certeras; aun así, fue recogida por la Inquisición y después superada por la de Gonzalo de Hoces en 1633. Por otra parte, las obras de Góngora, como anteriormente las de Juan de Mena y Garcilaso de la Vega, gozaron el honor de ser ampliamente glosadas y comentadas por personajes de la talla de Díaz de Rivas, Pellicer, Salcedo Coronel, Salazar Mardones, Pedro de Valencia y otros.
Luis de Góngora compuso también tres piezas teatrales, Las firmezas de Isabela (1613), la Comedia venatoria y El doctor Carlino, esta última inacabada y refundida posteriormente por Antonio de Solís.
Se suele agrupar su poesía en dos bloques, poemas menores y mayores, correspondientes más o menos a dos etapas poéticas sucesivas. En su juventud, Góngora compuso numerosos romances, de inspiración literaria, como el de Angélica y Medoro, de cautivos, de tema piratesco o de tono más personal y lírico, algunos de ellos de carácter autobiográfico en los que narra sus recuerdos infantiles, y también numerosas letrillas líricas y satíricas y romances burlescos. La gran mayoría es una constante acumulación de juegos conceptistas, equívocos, paronomasias, hipérboles y juegos de palabras típicamente barrocos. Entre ellos se sitúa el largo romance Fábula de Píramo y Tisbe (1618), complejísimo poema que fue el que costó más trabajo a su autor y tenía en más estima, y donde se intenta elevar la parodia, procedimiento típicamente barroco, a categoría tan artística como las demás. La mayor parte de las letrillas están dirigidas, como en Quevedo, a escarnecer a las damas pedigüeñas y a atacar el deseo de riquezas. Merecen también su lugar las sátiras contra distintos escritores, especialmente Quevedo o Lope de Vega.

(Manuel Conde y Javier Moyano)

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