La noche del 5 de marzo fallecía, a los 65 años, el poeta Leopoldo María Panero, que en el último año apenas salía de la unidad psiquiátrica donde estaba hospitalizado desde hacía dieciséis años, en Canarias. Pese a esto el poeta madrileño no abandonó nunca la poesía.
El poeta nació el 16 de junio de 1948 en Madrid, hijo del poeta Leopoldo Panero, considerado el poeta del franquismo, y de la actriz y escritora, Felicidad Blanc, y hermano de dos poetas ya fallecidos.
Hace años manifestó que estaba cansado de estar “siempre solito”, en ese calvario de más de 40 años de duración que le llevó de “manicomio en manicomio”, como él llamaba a los psiquiátricos en los que estuvo internado.
Según sus amigos más cercanos, Panero achacaba el hecho de no haber logrado ningún reconocimiento debido al título de “poeta maldito” y a la “etiqueta de loco” que le asignaron por pasar largas estancias en centros psiquiátricos desde su juventud.
Pese a que fue diagnosticado de esquizofrenia a los 17 años, nada le impidió escribir obras como Requiem (1984), Así se fundó Carnaby Street (1970), o Last river Together(1980), entre otras.
Una de sus editoriales, Huerga & Fierro, informaba de que el próximo otoño publicará Rosa Enferma, un poemario inédito del madrileño y que la editorial ha descrito como “negro” y “oscuro”.
Panero fue el arquetipo de un malditismo tan cultivado como repudiado, pero ese malditismo no le impidió ser el primer miembro de su generación en incorporarse a la nómina de clásicos de la editorial Cátedra, contar con una espléndida biografía escrita por J. Benito Fernández, El Contorno del abismo, e insertarse en la historia literaria, las antologías y los programas académicos.
Leopoldo María se sintió fascinado por la izquierda radical. Su militancia antifranquista constituyó el primero de sus grandes desastres y le valió su primera estancia en prisión.
Tuvo una formación humanista, estudio Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid y Filología Francesa en la Universidad de Barcelona.
De aquellos años jóvenes datan también sus primeras experiencias con las drogas, a las que dedicaría una colección de poemas en 1992.
Desde 1960 se le consideró dentro del grupo de “Los Novísimos”, aunque él se sintió excluido del mismo.
En los años 70 fue ingresado por primera vez en un psiquiátrico. Esto no le impidió desarrollar una copiosa producción no solo como poeta, sino también como traductor, ensayista y narrador. A finales de los 80, cuando por fin su obra alcanzó el aplauso de la crítica entendida, ingreso permanentemente en el psiquiátrico de Mondragón. Diez años después, se estableció, por propia voluntad, en la Unidad Psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canarias hasta su fallecimiento.
(Araceli Torrico y Sara Aranda)
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