P.- ¿Qué se siente al recibir el
Premio Loewe a la Creación Joven,
uno de los más importantes del país?
R.- Felicidad, por supuesto,
porque cualquier premio alegra, y más si se trata de uno con el prestigio de
los que concede la Fundación Loewe. Orgullo, también, por formar parte de un
palmarés lleno de poetas a los que admiro y, sobre todo, por haber sido leída
por autores a los que tengo por maestros. Pensar en Pablo García Baena o
Francisco Brines leyendo mis poemas me emociona. Y tranquilidad, también, porque
implica que el poemario se ha publicado en Visor, una editorial con una
magnífica distribución en España y Latinoamérica.
P.- ¿Podría explicarnos el porqué
del título de este nuevo poemario?
R.- La vida del poeta Chatterton
me cedía una serie de símbolos muy interesantes para enhebrar el poemario. Su
condición de falsario, su esplendor siendo joven, su muerte trágica… Coincidían
con varias de las obsesiones en torno a las cuales orbita el poemario.
P.- ¿De qué trata y qué aporta al
resto de su producción?
R.- Escribo sobre el miedo. Sobre
el miedo a lo que desconocemos, a crecer, a la muerte... El miedo, en sus
diversos significados, ante diversos elementos, me mueve a la escritura.
Después, cada poemario lo enfoca de una manera distinta: “Mi primer bikini” y “Vacaciones”
hablan sobre la adolescencia y los aprendizajes; “Tara” sobre la muerte y la
supervivencia; “Chatterton” acerca de la madurez, el desencanto y la
precariedad.
P.- Sabemos que, además de
escribir, dirige la editorial La Bella
Varsovia junto a Alejandra Vanessa. ¿Cómo compagina ambas
facetas? ¿Con qué disfruta usted más, escribiendo o publicando lo que otros
escriben?
R.- Las compagino mal, porque
desde que fundamos la editorial hace diez años ambas hemos publicado poquísimo:
un libro Alejandra, apenas dos yo. Disfruto escribiendo pero disfruto leyendo,
sobre todo, así que la editorial me brinda más alegrías que mis propios libros.
Editar es un taller de escritura continuo: aprendes cómo se enfrentan los demás
al acto de creación, cómo afrontan problemas, cuántas maneras distintas de leer
y de escribir y de corregir existen… Editando aprendo a escribir.
P.- ¿Puede hablarnos de sus
inicios como escritora? ¿Qué le impulsó a escribir?
R.- Escribí primero por
imitación. Me apasionaba leer, así que escribía pequeños relatos inspirados en
los libros que leía: los mismos personajes o los mismos escenarios, sucesos
distintos… En la adolescencia me topé con la poesía, y comencé a hacerme
preguntas, y a intentar responderlas con poemas. De ahí surgió “Mi primer bikini”.
Más tarde, ya con conciencia de la escritura, no sé si con más respeto,
continué escribiendo, ahora los poemas de “Tara”.
P.- ¿Es lo mismo escribir un
poema que ser poeta?
R.- A mí me produce mucho respeto
identificarme como poeta. Escribo, desde luego, pero aún me encuentro en una
fase de aprendizaje. Creo que se utiliza con mucha ligereza: escribir un poema
no te convierte en poeta. Pero, al mismo tiempo, creo que un poeta es una
persona normal: no más importante que un cirujano o un ingeniero, desde luego.
Muchas veces sacralizamos la figura del poeta, como si se tratara de alguien
fundamental e intocable, y creo que esa lejanía perjudica a la recepción de la
poesía entre los lectores que no se han acercado aún al género.
P.- ¿Qué es para usted la poesía?
R.- Oxígeno. Preguntas y
respuestas. Un bálsamo cuando el día ha ido mal y un paréntesis cuando el día
ha ido bien. Un reto si la escribo y una aventura si la leo.
P.- ¿Cree que la poesía es útil
hoy? ¿Qué papel puede desempeñar en la sociedad actual?
R.- Por supuesto que es útil. La
poesía cuenta y canta, nos recuerda de dónde venimos y qué podemos ser, subraya
de qué somos capaces y qué anhelamos. Para luchar me sirven los poemas de
Ángela Figuera Aymerich y para amar necesito los poemas de Ana Rossetti. Si
quiero festejar recupero a Ida Vitale, y si prefiero el descanso y la reflexión
me basta con leer a Idea Vilariño. Cualquier lector, aunque nunca haya leído un
poema, tiene el suyo: el que trata no asuntos que puedan interesarle, sino el
que trata directamente sobre él.
P.- ¿Qué características debe
tener un buen poema y qué es lo que busca en sus lecturas? Relacionado con
esto, ¿podría decirnos algunos de sus autores favoritos?
R.- No me atrevo a hablar de
características, porque la poesía no es una ciencia. En todo caso, me interesan
los poemas que afrontan la tensión entre el sentimiento y la mirada: aquellos
que se comprometan de alguna manera con su entorno, que busquen intervenir en
la sociedad, y no me refiero necesariamente a la poesía social, y que lo
consigan sorprendiéndome, con imágenes como golpes y como fogonazos, nuevas
pero ya imprescindibles. Me gustan Federico García Lorca —y cada vez más Luis
Cernuda—, y Louis Aragon, y Pablo García Baena, y Ángela Figuera Aymerich, y
Anne Sexton, y Sylvia Plath, y Elizabeth Bishop, y Marianne Moore, y tantos
otros autores, mujeres sobre todo.
P.- ¿Podría darles algún consejo
a los adolescentes que quieran empezar a escribir poesía?
R.- Que la escriban, por
supuesto, pero sobre todo que la lean. Que aprendan de los maestros, que se
fijen en lo que les entusiasma de la poesía, que intenten repetirlo; y que
lean, que lean, que relean, porque quien no entrena no juega después. Yo
escribo porque leo.
(Ana Garrido y Leticia Rodríguez)
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